Con  la expedición de la ley 1620 de 2013, por la cual se crea el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y su decreto reglamentario  N° 1965 de 2013;  ésta se  observa como un  sistema como un todo organizado, compuesto por tres ejes: competencias ciudadanas, educación para la sexualidad y los derechos humanos.

 

La ley de convivencia escolar y desarrollos legales, como también   las sentencias de la Corte Constitucional, comprometen  a los actores, en  una transformación de las estructuras sociales, un repensar en  los establecimientos educativos, con un reconocimiento de la diferencia individual, y un alumno sujeto de derechos.

 

Este repensar de la tarea educativa, implica considerar: al niño(a) como una persona humana, como un  ser inacabado, único e irrepetible, que es capaz de darse a los demás,  un ser social con necesidades sociales, y una de ellas la educación, pero mejor aún con anhelo de  una educación de calidad, una educación humanizada.

 

La redefinición, resignificación y en algunos casos la reingeniería del manual de convivencia, implica considerar el alumno (a), no como centro de la educación, sino producto y factor de ella; concita  promover una educación para democracia, la paz y  la convivencia ciudadana.

 

Este sueño, convertido en acciones,  hará mejorar el clima escolar, permitirá el  crecimiento personal, institucional, familiar y social de cada uno de los niños( (as) y jóvenes del municipio.